Internacional -
Análisis
China quiere ocupar su lugar político
Beijing está liderando a un grupo de países que quiere desafiar la actual hegemonía occidental.
Jesús Torquemada
China está decidida a convertir su peso económico en peso político. Quiere ser la primera potencia mundial en todos los sentidos, desplazando a Estados Unidos. Para ello, necesita convertirse en líder de un grupo de países que desafíe la actual hegemonía occidental.
Lo que defiende China es que la democracia occidental no es necesariamente el mejor sistema político, y que los derechos humanos definidos en la Declaración Universal de 1948 no son necesariamente válidos en todos los lugares; que cada cultura tiene su propia versión de los derechos humanos y de la democracia.
Esta idea es atractiva para gobiernos que se definen como antiimperialistas, o sea, antiamericanos, y en general para cualquier gobierno autoritario. A todos los aspirantes a dictadores les gustaría imitar lo que está haciendo China: lograr un crecimiento económico sostenido al tiempo que mantiene cerradas las puertas del poder a cualquier tipo de oposición.
En China sólo manda un partido, el Comunista, y él es el que define qué derechos humanos son aplicables en China y cuáles no. Por eso China se ha tomado tan a mal la concesión del Premio Nobel de la Paz al disidente Liu Xiaobo.
Ha conseguido que veinte países boicoteen la ceremonia de entrega en Oslo, unos porque son aliados ideológicos de China y otros porque temen represalias comerciales. Y además ha creado a toda prisa su propio Premio Confucio de la Paz.
Ni siquiera el premiado, el exvicepresidente taiwanés Lien Chan, sabía que existía.