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Análisis

Egipto, entre la revolución y la revuelta

El régimen egipcio cree que prolongando el conflicto gana tiempo y el deseo de la gente de volver a la normalidad irá desinflando poco a poco la protesta.

Jesús Torquemada

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La reunión del vicepresidente de Egipto, Omar Suleimán, con representantes de la oposición ha sido un suceso excepcional. Sobre todo, porque había un representante de los Hermanos Musulmanes, que siguen estando ilegalizados.

Suleimán se ha comprometido a algunas cosas importantes, pero sin plazos concretos ni garantías de que lo prometido se cumplirá. Por ejemplo, que se levantará el estado de emergencia establecido en 1981; pero Suleimán no pone fecha, dice que dependerá de "las condiciones de seguridad".

También se creará una comisión que estudiará la reforma de la Constitución, con el objetivo de hacerla más democrática. Tendrá que trabajar rápido, para presentar sus conclusiones en marzo, pero Suleimán no ha garantizado que esas conclusiones serán aceptadas.

La libertad de los detenidos estos días es otro de los compromisos de Suleimán, pero una vez más sin plazos.

Y el tema más importante: la salida de Mubarak, que sigue siendo reclamada por los manifestantes. Mubarak insiste en que no se va, que se queda hasta septiembre para entregar el poder al que gane entonces las elecciones.

Por lo tanto, la mayor parte de las exigencias de los sublevados sigue sin cumplirse y estos se mantienen atrincherados en la Plaza de la Liberación de El Cairo.

En resumidas cuentas, la crisis se prolonga. El régimen egipcio cree que así gana tiempo y que el deseo de la gente de volver a la normalidad irá desinflando poco a poco la protesta. El objetivo de Mubarak y los suyos es que lo que iba a ser una revolución se quede en una revuelta.

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