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Análisis

Libia, bajo el síndrome de Irak

EE. UU. no se decide a llevar a cabo una intervención militar en Libia por miedo a una reacción como la que provocó la invasión de Irak.

Jesús Torquemada

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A este paso, si se produce una intervención internacional en Libia, va a llegar demasiado tarde.

El líder libio, Muamar El Gadafi, está consiguiendo controlar la revuelta sin necesidad de utilizar toda su fuerza militar. Sus tropas de élite todavía no han entrado en combate, porque están concentradas en Trípoli, y Gadafi no está utilizando tampoco toda la aviación que tiene.

Los rebeldes solo podrían ganar si la OTAN impone una zona de exclusión aérea a Gadafi y si, además, los rebeldes reciben armas desde el exterior. El suministro de armas a los rebeldes, que controlan el puerto de Bengasi, no plantearía muchos problemas; en todo caso, averiguar si el Gobierno provisional establecido en Bengasi tiene intenciones democráticas reales.

En cambio, la zona de exclusión aérea es, en el fondo, una intervención militar. Una intervención que solo la OTAN tiene capacidad para efectuar; pero, por el momento, Obama no se decide a llevarla a cabo.

Obama tiene miedo de una reacción como la que provocó la invasión de Irak; es decir, indignación en el mundo árabe y una enorme división interna dentro de los países occidentales. Este es el resultado de la estupidez del anterior presidente estadounidense, George Bush, cuando ordenó invadir Irak: quitó legitimidad a Occidente para hablar de democracia y derechos humanos, y por eso ahora, ante un caso que podría parecer claro, surgen las dudas.

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