Internacional -

Análisis

La libertad de Schengen, en peligro

Sarkozy y Berlusconi han propuesto ampliar los casos excepcionales en los que se pueden establecer fronteras con carácter temporal.

Jesús Torquemada

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El espacio de libre circulación de personas establecido por el Acuerdo de Schengen abarca en la actualidad a 29 países europeos: 25 de los 27 países de la Unión Europea y otros 4 que no pertenecen a la Unión Europea.

Los dos de la Unión Europea que no están en Schengen son Irlanda y Gran Bretaña, porque no quieren. Los cuatro de fuera de la Unión Europea son Islandia, Noruega, Liechtenstein y Suiza.

Ese espacio de libre circulación fue creado en 1985 en el pueblecito luxemburgués de Schengen y luego se incorporó a los tratados europeos. El Acuerdo de Schengen elimina las fronteras entre los países firmantes. Las personas pueden circular de uno a otro como si estuvieran dentro de su propio país. Es decir, cuando alguien entra en el Espacio Schengen, se puede mover por todo él.

Eso implica que el control en las fronteras exteriores debe ser más estricto, para que un país de Schengen no acuse a otro de convertirse en un coladero, que es lo que le reprocha Francia a Italia en el caso de los inmigrantes tunecinos. Por supuesto, el propio Acuerdo de Schengen contempla limitaciones. Los extracomunitarios con permiso de residencia en un país de Schengen pueden ir a otro solo durante tres meses; si quieren quedarse más, tienen que pedir permiso en ese país.

Y los controles en las fronteras se pueden volver a poner, aunque solo con carácter temporal, en circunstancias excepcionales. Por ejemplo, una supuesta amenaza para el orden público o un gran acontecimiento deportivo que va a atraer a mucha gente.

Lo que ahora han propuesto Sarkozy y Berlusconi es ampliar esos casos excepcionales. Pero si se amplían demasiado, pueden acabar inutilizando todo el mecanismo.

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