Internacional -
Análisis
Otra vez un dictador en Egipto
Los últimos decretos de Mursi le convierten en la práctica en un dictador, pues dicen que está autorizado a tomar medidas que considere necesarias sin someterse ni al Parlamento ni a los jueces.
J. Torquemada
Tanto esfuerzo y tanta lucha para echar a Hosni Mubarak, y ahora resulta que Egipto vuelve a tener otro dictador. Mohamed Mursi, el presidente islamista elegido en unas elecciones, ha dinamitado todo el aparato del Estado y se ha quedado con todos los poderes.
Sus últimos decretos le convierten en la práctica en un dictador, pues dicen literalmente que el presidente está autorizado a tomar cualquier medida que considere necesaria sin tener que someterse ni al Parlamento ni a los jueces.
Mursi asegura que es una medida temporal, hasta que se apruebe la nueva Constitución; pero precisamente el origen de esta crisis es que la nueva Constitución se está retrasando.
Los islamistas son mayoría en la Asamblea Constituyente y ya han incluido en el proyecto de nueva Constitución algunos artículos que limitan los derechos de las mujeres; los otros partidos se han ido en desbandada y la Asamblea ha quedado paralizada.
Y esto ha vuelto a abrir la herida entre los islamistas y los laicos; fueron esos laicos los que empezaron la revolución contra Mubarak de la que luego se han aprovechado los islamistas. Han vuelto los enfrentamientos a la calle, esta vez entre partidarios de Mursi y contrarios a él.
El país está peligrosamente dividido. Y todo el prestigio que ganó Mursi la semana pasada, cuando consiguió una tregua entre Gaza e Israel, lo ha perdido con su comportamiento dictatorial.
Tanto esfuerzo y tanta lucha para echar a Hosni Mubarak, y ahora resulta que Egipto vuelve a tener otro dictador. Mohamed Mursi, el presidente islamista elegido en unas elecciones, ha dinamitado todo el aparato del Estado y se ha quedado con todos los poderes. Sus últimos decretos le convierten en la práctica en un dictador, pues dicen literalmente que el presidente está autorizado a tomar cualquier medida que considere necesaria sin tener que someterse ni al Parlamento ni a los jueces. Mursi asegura que es una medida temporal, hasta que se apruebe la nueva Constitución; pero precisamente el origen de esta crisis es que la nueva Constitución se está retrasando. Los islamistas son mayoría en la Asamblea Constituyente y ya han incluido en el proyecto de nueva Constitución algunos artículos que limitan los derechos de las mujeres; los otros partidos se han ido en desbandada y la Asamblea ha quedado paralizada. Y esto ha vuelto a abrir la herida entre los islamistas y los laicos; fueron esos laicos los que empezaron la revolución contra Mubarak de la que luego se han aprovechado los islamistas. Han vuelto los enfrentamientos a la calle, esta vez entre partidarios de Mursi y contrarios a él.El país está peligrosamente dividido. Y todo el prestigio que ganó Mursi la semana pasada, cuando consiguió una tregua entre Gaza e Israel, lo ha perdido con su comportamiento dictatorial.