Sociedad -

Violencia machista

Del terror sexual a la autodefensa feminista: poner el foco sobre la masculinidad

La investigadora Nerea Barjola destaca la labor del feminismo, herramienta imprescindible para hacer frente a la violencia machista y el terror sexual, que controla el comportamiento de las mujeres.

Manifestación del 8M en Bilbao. Foto: E
Manifestación del 8M en Bilbao.
Manifestación del 8M en Bilbao. Foto: E

Mikel Domínguez | eitb.eus

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Euskaraz irakurri: Terrore sexualetik autodefentsa feministara: arreta maskulinitatean jarri beharra

La politóloga feminista Nerea Barjola (Santurtzi, Bizkaia, 1980) ha analizado en sus investigaciones la idea del terror sexual difundido en los medios de comunicación: la reproducción de un relato de violencia contra las mujeres, como el traumático triple crimen de Alcàsser durante los años 90, que se utiliza para someter a las mujeres mediante el miedo y mantenerlas controladas.

Desde entonces, el feminismo ha dado una respuesta autónoma a la violencia machista y al relato de la misma imperante en los medios, protagonizada por una generación joven de activistas que, como subraya la investigadora, "hacen frente a estas narrativas de una manera muy directa" y ponen finalmente el foco en la "masculinidad hegemónica" responsable de la violencia, y no en las mujeres.

El 25 de noviembre es el Día contra la Violencia de Género, una violencia estructural contra las mujeres que se reproduce también en los medios de comunicación. ¿Qué papel juegan?

Los medios de comunicación juegan un papel muy importante porque difunden a gran escala el terror sexual. A través de las representaciones sobre el peligro sexual, los medios construyen y elaboran unas pautas de comportamiento, una narrativa muy clara que lanza mensajes aleccionadores a las mujeres de cómo tienen que actuar, qué deben hacer, dónde pueden estar y dónde no. Los medios de comunicación forman parte del conjunto social y desde ahí no solo producen y reproducen violencia sexual sino que son en sí mismos violencia sexual. Con todo, también hay un periodismo feminista que se está abriendo camino y lucha por reapropiarse de los relatos y esto es importante que lo visibilicemos porque si no, estamos siempre confiriéndole poder al relato machista y no a las narrativas que le hacen frente al terror sexual.

En tu investigación has tratado los crímenes de Alcàsser. ¿De qué manera afectó el asesinato de esas tres jóvenes al resto de las mujeres? ¿Cómo funciona el terror sexual?

En mi trabajo parto de la premisa de que todos los relatos sobre el peligro sexual que construye el conjunto social son formas muy precisas de comunicar violencia. Cada asesinato o tortura sexual es un lenguaje que nos habla, nos alecciona, nos interroga. En términos conceptuales, a través de estas narrativas el cuerpo social se defiende e impide (re)pensar los crímenes de violencia sexual en términos político-feministas, salvaguardando así el statu quo sexual.

Al igual que en todos los relatos, en el crimen de Alcàsser los discursos ponían el foco de atención en las tres adolescentes asesinadas, hablaban de todo aquello que no deberían haber hecho e hicieron, las tres chicas fueron juzgadas y por extensión el resto de mujeres jóvenes. Alcàsser fue una narración política que lanzaba un aviso aleccionador claro: "esto es lo que les ocurre a las mujeres que toman el espacio público, y si queréis estar en el espacio público tenéis que enfrentar o sufrir las consecuencias". Este es el castigo hacia toda una generación. De esta manera funciona el terror sexual, coartando los derechos más fundamentales de las mujeres a través del miedo; la sumisión de los cuerpos a través de las ideas. Lo importante de un caso de violencia sexual no es única y exclusivamente la violencia sexual cometida contra una o varias compañeras, sino el aviso que lanza al resto. Para muchas mujeres de la época Alcàsser supuso una restricción de movimientos, una reformulación de actitudes y una limitación de ciertas prácticas como por ejemplo el autostop, que era sin duda alguna el elemento transgresor de la época.

Han pasado casi 30 años desde aquel "trauma colectivo". ¿Han aprendido algo los medios o se ha reproducido el mismo esquema en otros casos mediáticos de violencia sexista?

Desafortunadamente, el tratamiento de la noticia ha cambiado en cuanto a las formas pero no en cuanto al contenido. Se continúan construyendo relatos que ponen el foco sobre la actitud de las mujeres y no sobre los violadores, a quienes se exime de culpabilidad e incluso en ocasiones socialmente se les indulta. Las narrativas se construyen siempre sobre la base de la culpabilidad de las mujeres, sobre la banalización de la violencia sexual y sobre la impunidad de un sistema social que  permite la existencia de la misma.

Ante casos más recientes, como el de la violación grupal en los sanfermines de 2016, la respuesta del feminismo organizado también se ha escuchado a gran escala. ¿Cómo se contrarresta o se supera el mensaje del terror sexual?

El feminismo es la herramienta que contextualiza la violencia sexual, le pone nombre, la pone en su sitio, la (de)sitúa de su variable terrorífica y le confiere importancia política. No es un suceso o un caso aislado, es violencia machista, es la norma imperante. Y desde ahí, y desde la autodefensa feminista, le estamos plantando cara al terror sexual. La contundente respuesta feminista actual ha articulado una generación de mujeres jóvenes muy potentes que hacen frente a estas narrativas de una manera muy directa.

¿Cuál es el camino que les queda a las mujeres para aplacar el miedo generado y recuperar el control de su cuerpo?

Me gustaría replantear el enunciado y preguntar: ¿cuál es el camino que deben recorrer los hombres para hacer frente a los privilegios que detentan, a reflexionar sobre la violencia que ejercen, consienten, aceptan y perpetúan?

Es importante que giremos de una vez la mirada y el foco. Hablemos de la masculinidad hegemónica y si hay que legislar sobre algo que sea sobre sus cuerpos. Todas las representaciones sobre el peligro sexual nos hablan de lugares donde las mujeres no deberíamos haber estado, de horas y de lugares no aptos. Donde finalmente, la violencia sexual es nuestra responsabilidad, y por ende, el castigo que se impone es para las mujeres. ¿Pero quiénes son los que agreden?

Cuando planteo legislar y poner el foco sobre ellos hablo de adoptar sobre sus actos no sobre los nuestros. Si aplicásemos esta medida a los hombres, se encendería un debate social profundamente indignado sobre libertad y derechos fundamentales. Y ahí está la clave, los derechos fundamentales de los hombres son universales y no se tocan.

Por nuestra parte, quiero recuperar esta frase de Assata Sakur: Nadie en el mundo, nadie en la historia ha conseguido nunca su libertad apelando al sentido moral de sus opresores. Y desde ahí, nuestro lugar es ese, elegimos luchar, desde nuestros cuerpos, desde la autodefensa feminista. Sin feminismo no hay posibilidad alguna de cambio.

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