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'El armario del tiempo'

La historia del 'Sacamantecas', el 'Jack el Destripador' alavés

El escritor Álvaro Arbina relata la crónica negra de Vitoria-Gasteiz de finales del XIX con la historia del 'Sacamantecas', el 'Jack el Destripador' alavés.

  • Juan Díaz de Garayo, 'Sacamantecas'. Foto: Wikipedia

    Juan Díaz de Garayo, 'Sacamantecas'. Foto: Wikipedia

    12:17 min
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Todavía hoy en día sigue presente en la memoria de muchos la historia del Sacamantecas. Se han publicado libros, novelas, Pio Baroja habló de él en La familia de Errotabo, en su día corrieron ríos de tinta en la prensa española e internacional para dar eco de sus atrocidades. Marcó a varias generaciones. Nadie jamás en Vitoria se había enfrentado a algo así. Se decía que un demonio de ojos rojos recorría los campos castigando a las mujeres más libertinas. Lo cierto es que de puertas hacia afuera el hombre era un tipo de lo más vulgar. Pero cometió seis horribles crímenes en menos de una década, desde 1870 a 1879. Fue un autentico asesino en serie en pleno siglo XIX. Lo que ha hecho que todavía hoy en día, en cualquier pueblo de España pueda haber alguien que le diga a un niño o una niña 'no seas malo, que como venga el Sacamantecas ya verás tú, te saca las tripas y se las come'.

Han pasado casi 150 años del primero de los seis crueles asesinatos conocidos del Sacamantecas, el Jack el Destripador alavés. Aunque quizá debería mencionarse al inglés como el Sacamantecas londinense, porque el vasco causó el terror con anterioridad, unos 18 años antes. Los dos, eso sí, cometieron espantosos y terribles homicidios en el último cuarto del siglo XIX.

Juan Díaz de Garayo, apodado el Sacamantecas, nació en octubre de 1821 en la localidad de Eguilaz, a unos 25 km de Vitoria. La suya era una familia con pocos recursos, con un total total 8 hermanos y todos dedicados a la labranza o al servicio doméstico. Ninguno sabía leer ni escribir, algo normal en la España de entonces, aunque si que es cierto que Álava se caracterizaba por tener un indicie mayo de albabetización. Desde los 14 años Juan estuvo contratado de labrador, de pastor, de carbonero…en muchas localidades cercanas a la suya. Pronto le comentaron que una amiga de su hermana, recién enviudada en Vitoria, tenía tierras en arriendo en las afueras y necesitaría de la ayuda de alguna hombre para trabajar con ellas. Se con ella y tuvo 5 hijos pero quedó viudo en 1863.

Se casó en segundas nupcias y tras siete años de, al parecer, horrible matrimonio, en 1870 murió su mujer, que estaba enferma de viruela ya de un tiempo atrás. Este año coincide con el de su primer asesinato. A pesar de esto, el Sacamantecas no tarda mucho en buscar otra mujer, se casa al año siguiente, el 1871. Un tercer matrimonio que es incluso peor que el anterior: discusiones, peleas y una mujer alcohólica. Duró hasta 1876, cuando ella murió también. Es muy probable, aunque no hay pruebas fehacientes al respecto, que el Sacamantecas terminara de matar, estando enfermas, a su 2ª y 3ª esposa.

El Sacamantecas ya no era conocido como un hombre apacible, buen padre y buen esposo, sino como un tipo sin propiedades, con trabajos de bracero temporales, aspecto rudo, mal vestido. Y así, una vez más, en 1877, dos años antes de que fuera detenido, contrajo matrimonio por cuarta vez.

Esto significaba a menudo un emparejamiento matrimonial, y así sucedió. Tuvieron dos hijos y una hija y el matrimonio fue aparentemente normal hasta que, tras 13 años, ella murió. El Sacamantecas era tenido por buen padre y buen esposo en esos tiempos.

El cronista vitoriano Ricardo Becerro de Bengoa, publicó años después un folleto titulado El Sacamantecas, su retrato y sus crímenes, narración escrita con arreglo a todos los datos auténticos, en el que narra con todo tipo de detalles algunos de sus crímenes.

El 21 de septiembre de 1880 fue detenido y posteriormente fue condenado a muerte por garrote vil, aunque solo debido a los dos últimos crímenes, que eran los únicos en los que había pruebas suficientes para ello. Su último año de vida lo pasó en la cárcel Celular de Vitoria, donde se ganó el respeto de sus carceleros por actos tan diversos como aprender a leer o afeitarse la barba quemándosela con fósforos, según cuenta Eladio Romero García en el libro Garrote vil. El 11 de mayo de 1881, tras pasar su último día fumando y bebiendo café y moscatel, era ejecutado en público y su cadáver expuesto.