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Opinión

La columna de José Félix Azurmendi (26/03/2016)

José Félix Azurmendi

Aberri Eguna. ¿Acaso Aberri Eguna no debería ser de todos los vascos? La historia, siempre la historia y su complicado relato…

Tx. Aberri Eguna

La celebración de este año del día de la Patria vasca, o sea Aberri Eguna, no será tan rutinaria como las inmediatamente precedentes, porque el panorama político está vivo, hay elecciones a la vuelta de la esquina y a la celebración abertzale se ha sumado Podemos-Ahal dugu y sus intentos por darle un nuevo y diferente sentido a la celebración. Se pongan como se pongan éstos, sin embargo, Aberri Eguna es el día de la nación vasca y solo los que la reconocen como tal están convocados. Seguramente, las gentes de Podemos desearían una celebración tipo Diada, en la que todos, patriotas catalanes y españoles, nacionalistas catalanes y españoles, pueden depositar sus ramos de flores y sus representaciones, pero no es el caso. Los socialistas de Patxi López eran conscientes del único significado posible de Aberri Eguna cuando instauraron la fiesta de todos en derredor del Estatuto de Gernika, con el estrepitoso fracaso que a la vista está. El propósito de Podemos por subrayar los contenidos sociales y no identitarios de su celebración no es por otra parte nuevo y se parece mucho a otros anteriores de la que se conoció como izquierda vasca no nacionalista, en muchos aspectos su auténtico antecedente y referencia.

Tx. ¿Acaso Aberri Eguna no debería ser de todos los vascos?

No se puede pretender que los que no tienen a Euskadi como su patria se sientan identificados con una celebración creada como su resurrección. Aberri Eguna, como la ikurriña y otros símbolos y denominaciones surgen de la afirmación de los hermanos Arana “Euskadi es la patria de los vascos”, y es abertzale quien así lo reconoce, y es el partido fundado por Sabino, EAJ-PNV, el que los hace suyos en primera instancia, pero con una aceptación temprana por buena parte de la sociedad vasca. Los esfuerzos de dirigentes del PNV del exilio, especialmente de Manuel Irujo, por que Aberri Eguna fuera el día de todos los vascos anti-franquistas no tuvieron éxito salvo en algunos actos oficiales entre dirigentes. Conscientes de ello, establecieron incluso en París que fuera el Gobierno y no el partido el que convocara, que hubiera un programa civil para todos y unos actos religiosos solo para sus afiliados. En la práctica, únicamente ETA y sus derivaciones lo hicieron suyo desde el principio, aunque no tardaron en marcar distancias sobre el lugar y sentido de la convocatoria. El llamamiento que Pernando Barrena en nombre de la izquierda independentista ha hecho ahora a los no abertzales a sumarse a la celebración puede entenderse como un gesto de campaña electoral, pero sin demasiado sentido. Se pueden compartir identidades y nacionalidades, se pueden sentir y aceptar varias a la vez, pero difícilmente tendrán cabida en la celebración de un día consagrado expresamente a la resurrección de la patria, de la nación vasca.

Tx.  La historia, siempre la historia y su complicado relato…

Complicado e interesado, muchas veces. Un joven historiador especializado en ETA sostiene por ejemplo en una entrevista periodística de esta semana con ocasión de la publicación de un libro sobre la materia que la organización recibió dinero desde su delegación en Venezuela desde el principio, antes incluso de que empezara a matar. Cree saber el especialista que esa delegación estaba constituida por miembros radicalizados del PNV y el Jagi-Jagi, lo que puede constituir un simple error de apreciación, algo imposible para disculpar su afirmación de que ellos, gentes de modestos recursos económicos, financiaran a ETA hasta que empezaron los atracos a sucursales bancarias. Tampoco es cierto, como se ha dicho en ocasiones, que los seguidores del PNV enviaran cantidades enormes de dólares para el Gobierno vasco, aunque sí el suficiente para sufragar sus gastos corrientes. Cierto es que los simpatizantes de ETA hacían una colecta anual por Santa Agueda y sus coros destinada a las familias de los presos, que reportaban unos pocos miles de dólares, pero no parece que el historiador estuviera refiriéndose a ellos. El lector se quedará con el titular y el recuadro, se quedará con que “De Venezuela llegaba dinero desde el principio” y que los apoyos de ETA eran “miembros de grupos ultranacionalistas exiliados”, “antiespañolistas, racistas e integristas católicos”. Así escriben algunos la historia de los perdedores.