el tiempo
Reportaje
Jesús Elordui
No siempre notamos el calor o el frío de la misma manera; además de la temperatura, hay varios factores como la humedad o la velocidad del viento que tienen su importancia.
En ocasiones, sucede que con una temperatura no demasiado fresca (por ejemplo, en torno a los diez grados) nuestro cuerpo no deja de temblar, no termina de entrar en calor; sin embargo, otras veces, cuando el termómetro marca una temperatura similar, paseamos por las calles sin notar frío, e incluso nos sorprendemos cuando a alguien le llama la atención este hecho. Esto se debe a la sensación térmica, un concepto que está relacionado con la temperatura, pero también con el viento y con la humedad, y que provoca que no siempre percibamos el frío o el calor exactamente igual.
Cuando nuestro cuerpo genera, por su metabolismo, una temperatura mayor que la del exterior, notamos más el calor, mientras que si sucede lo contrario sentimos más frío. La “culpa” de todo ello es de la piel; ésta tiene una temperatura aproximada de 32 grados, y cuanto mayor sea la diferencia entre este índice y el ambiente, la sensación térmica será más incómoda, estará más alejada de un equilibrio.
Ahora bien, hay elementos como el viento que juegan un papel fundamental: cuanto más viento sople, con mayor rapidez perderá calor nuestro organismo. Por eso en invierno, cuando entra viento del norte, crece la sensación de frío si la velocidad de éste es alta. Lo mismo sucede en verano: un ventilador genera un efecto agradable porque hace que el aire gane velocidad, lo que nos hace perder calor en la piel más rápidamente.
El cuerpo humano se autoregula
El cuerpo humano también tiene mecanismos que le ayudan a conseguir que la sensación térmica sea más agradable. Por ejemplo, el sudor: éste hace que el calor corporal aumente, por lo que cuando hacemos ejercicio y sudamos en un día frío, nuestra sensación térmica hace que lo sintamos menos, al entrar nuestro cuerpo en calor. En el caso de que la humedad sea alta, el sudor se evapora con mayor dificultad, lo que provoca que notemos el calor con más intensidad. Esto es lo que sucede en los días bochornosos.
Cada persona es, además, un caso diferente. El calor corporal no es igual en función de la edad o del peso; una persona joven, por ejemplo, tiene mayor facilidad para mantenerlo.
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