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Proceso de paz

'ETA ha abierto un debate sobre la declaración de alto el fuego'

El periodista experto en ETA Florencio Domínguez trata en su último libro, La agonía de ETA, la evolución de los últimos años de la organización hasta su anuncio histórico de alto el fuego definitivo.

El periodista Florencio Domínguez | Foto: EITB
El periodista Florencio Domínguez
El periodista Florencio Domínguez | Foto: EITB

I. Herce

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El periodista navarro Florencio Domínguez es una de las personas que más ha investigado sobre la historia de ETA. En su nuevo libro, La agonía de ETA, analiza las tensiones vividas en el seno de la organización durante el alto el fuego de 2006. Respecto a la declaración de alto el fuego definitivo del 20 de octubre del pasado año, Domínguez se muestra cauteloso y escéptico. "ETA no se plantea su disolución", señala, y afirma que la organización ha abierto un debate interno sobre la decisión del alto el fuego definitivo.

La agonía es la fase previa a la muerte. ¿Estamos ante el final de la historia de ETA?

Estamos muy cerca por agotamiento de la estrategia terrorista. La violencia no solo ha dejado de ser útil para la causa de ETA, sino que, además, en los últimos años esta organización apenas tenía capacidad para ejercer un nivel de terrorismo que representara un problema para el Estado.

¿Dónde y cuándo situaría el origen de esta decisión de ETA?

El anuncio del 20 de octubre es el resultado de la derrota operativa de ETA causada por la eficacia policial. ETA estaba ya agotada en el año 2002. Entonces reconocía su incapacidad para desarrollar el nivel deseado de violencia, pero se engañó pensando que era una situación coyuntural y que adoptando medidas organizativas saldría del pozo. El paso del tiempo le ha demostrado que era incapaz de superar esa situación de agotamiento. A ello se añadió el conflicto de intereses con Batasuna, provocado por la ilegalización, que impulsó a la izquierda abertzale a alejarse de la violencia. ETA no tuvo capacidad para imponerse en esa encrucijada y tuvo que aceptar que como grupo terrorista no daba más de sí.

Tras la declaración del pasado 20 de octubre y la reciente confirmación por parte del colectivo de presos de que la decisión de poner fin a la lucha armada no tiene marcha atrás, ¿cree que estamos ante una ETA que ha tomado una decisión irreversible?

ETA presentó la decisión como definitiva, pero, sin embargo, ahora mismo la banda terrorista acaba de abrir un debate interno sobre el asunto. Si está todavía en discusión, es que puede no ser irreversible. Los miembros de ETA están ahora empezando a debatir si es un paso sin vuelta atrás. Es posible que el resultado sea la confirmación del anuncio del 20 de octubre, pero no deja de ser una paradoja que algo que se anuncia como irreversible sea sometido a revisión al cabo de seis meses.

Los servicios de seguridad dudan, sin embargo, de que ETA se vaya a disolver. ¿La disolución de la banda puede estar sujeta a la consecución de determinados objetivos, siquiera relacionados con el futuro de los presos?

ETA no se plantea la disolución ni siquiera aunque consiguiera la negociación que reclama a los Gobiernos de España y Francia. La banda planea subsistir incluso si se materializa el desarme o si cambia la situación de los presos. Quiere seguir en la sombra como una suerte de vigilante de la ortodoxia política de la izquierda abertzale.

¿Quién va a apagar la luz en ETA?

No lo sé. Eso tiene que ser un asunto suyo, como otros muchos problemas que se plantean. Pueden tener la tentación de pretender que sea problema de las instituciones y de los demócratas, pero es ETA quien tiene que dar los pasos necesarios para echar la persiana.

¿Le ve alguna viabilidad a una organización que ha abandonado el que ha sido el sentido de su existencia, más allá de buscar una salida lo más digna posible para sus activistas y presos?

Ninguna, ni siquiera la de buscar una salida para los presos. La continuidad de ETA se revelará como un problema para sus militantes encarcelados. Además, ETA se equivoca si cree que, por las siglas que tiene, va a poder seguir subsistiendo y vigilando lo que haga Batasuna o el partido que la sustituya. ETA fue una organización carismática para su entorno social durante mucho tiempo, pero perdió ya su capacidad de control. Su poder estaba en la actividad terrorista, pero sin ella sólo será una cuadrilla de nostálgicos. Lo que ha ocurrido en los últimos dos años debería hacerle entender que ETA no tiene nada que decir.

¿La mediación internacional puede ayudar a ETA a solucionar sus problemas logísticos para facilitar el abandono práctico de las armas y la neutralización de sus estructuras?

Lo fundamental es la voluntad de ETA para desarmarse y disolverse como organización y esa voluntad no depende de la presencia de observadores extranjeros ni se desarrolla porque haya verificadores sobre el terreno. Son otros factores los que empujarán a la banda a destruir sus arsenales y cerrar la tienda. No fueron los mediadores los que le llevaron a decir que renunciaba a la violencia, aunque buscó su presencia para conseguir relevancia internacional y blanquear un acto que clasuraba una historia miserable.

¿Existe algún riesgo de escisión?

Hay un riesgo potencial, aunque en este momento no existan datos que permitan decir que pueda producirse. Las experiencias de otras organizaciones de larga tradición terrorista a la hora de abandonar las armas muestran que la tentación de continuar es muy fuerte y algunos sectores no se resignan. Es lo que pasó en Irlanda con el IRA y aquí con ETA político militar. En los dos casos se produjeron rupturas de los que querían seguir con la violencia.

¿La presión policial, judicial e internacional y el aislamiento político han llevado al movimiento político de la izquierda abertzale a tener que hacer un esfuerzo de persuasión para forzar a ETA a tomar esta decisión?

La izquierda abertzale sólo comenzó a plantarle cara a ETA cuando el Tribunal de Estrasburgo confirmó su ilegalización. Entonces asumió que con ETA en activo no podría volver a las instituciones ni a hacer política. Fue, por tanto, el éxito de la estrategia de ilegalización desarrollada por el Estado lo que llevó a Batasuna a presionar a ETA por vez primera en su historia. Para desarrollar esa tarea buscó el respaldo de Brian Currin y los mediadores que éste puso en marcha. Además, Batasuna se vio favorecida porque la acción policial había dejado a ETA sin líderes de peso. Una Batasuna a la que se le cerraron todas las salidas se atrevió a enfrentarse a una ETA debilitada que no tenía capacidad para imponerse a su entorno político como en el pasado.

¿La evolución de la izquierda abertzale hacia las vías políticas y la asunción de la legalidad, han arrastrado a ETA? ¿Ha habido algún riesgo de fractura entre quienes dirigían la estrategia política y quienes han practicado la vía armada?

Ha habido momentos de tensión desde finales de 2009 hasta finales de 2010. Primero fue por el pulso entre ETA y Batasuna sobre la línea que había que seguir. Ese pulso lo perdió ETA. Después hubo otro pulso sobre la tregua. La banda no estaba dispuesta a declarar una tregua sin negociar las condiciones con el Gobierno, pero Batasuna no tenía tiempo para esperar una negociación que no se iba a producir y necesitaba un paso unilateral de ETA. Volvió a perder ETA, y al cabo de unos meses, a mediados de 2011, tuvo que reconocer que ya no tenía capacidad para liderar políticamente a su base social.

¿El control del colectivo de presos es el último bastión que le queda a ETA? ¿Cree que también terminarán por aceptar las salidas individuales?

ETA sigue controlando a la mayoría de los presos, pero éstos están de acuerdo con la estrategia de la banda. La organización y los reclusos siguen creyendo que van a poder conseguir una salida negociada de forma colectiva, aunque estén dispuestos a escenificar reclamaciones individuales. Sin embargo, a medida que pase el tiempo habrá que ver qué piensan los presos cuando vean que el Gobierno no hace movimientos, su situación no mejora y no tienen capacidad de presión por haber renunciado al terrorismo. Podrían aparecer entonces intereses en conflicto entre ETA y sus presos, de la misma forma que aparecieron entre ETA y Batasuna. A finales del pasado año muchos presos creían que este verano ya se habrían producido cambios en su situación. Ahora estarán comprobando que hicieron las cuentas de la lechera y que la falta de cambios obedece a la persistencia de ETA.

¿Cómo cree que va ETA a intentar contar su versión de la Historia? ¿Vislumbra algún intento de establecer su propio relato?

No es sólo ETA, es el conjunto de la izquierda abertzale. Están implicados en un intento de asentar en la mayoría de la sociedad una visión que justifique la trayectoria terrorista pasada, por un lado, y que diluya las culpas de manera que quienes han matado no tengan ninguna responsabilidad. No son capaces de hacer una autocrítica sobre su pasado violento y por eso las dos escenificaciones que anunciaron como gestos para reconocer a las víctimas, la de la izquierda abertzale en el Kursaal en febrero y la más reciente de los presos en Gernika, resultaron frustrantes. Saben que lo que se juega es la legitimidad retrospectiva de la violencia y no son capaces de cuestionar su propia historia. Ellos son más conscientes que los partidos demócratas de lo que hay en juego. Es más fácil para ellos renunciar a las armas que decir que no hubo justificación de sus crímenes.

El Gobierno del PP parece haber cerrado cualquier atisbo de vía para hablar con ETA sobre su final. ¿Considera acertada esta estrategia, o cree que el gobierno debería ser más activo para consolidar y acelerar el final de la violencia?

El Gobierno no ha aceptado la hoja de ruta de la izquierda abertzale que incluye una negociación entre Francia y España con la banda sobre lo que llaman las "consecuencias del conflicto" que, además de presos y armas, pretende discutir sobre la presencia policial en Euskadi. El ejecutivo tiene en cuenta, seguramente, que todas las experiencias de diálogo habidas con ETA han fracasado y que la banda solo ha dado pasos decisivos cuando se ha visto acosada por políticas de firmeza. ETA tiene que acabar aceptando que a ella no le corresponde negociar nada.

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