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Análisis

No saquemos de quicio lo de Assange

En el caso de Julian Assange, como en muchos otros, es importante no perder de vista el origen del asunto.

Jesús Torquemada

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En el caso de Julian Assange, como en muchos otros, es importante no perder de vista el origen del asunto.

Cualquiera que se enterase ahora mismo del tema, pensaría que Assange se ha refugiado en la Embajada de Ecuador en Londres porque iba a ser entregado por el Reino Unido a Estados Unidos. Que en Estados Unidos le iban a juzgar por ser el fundador de Wikileaks, esa red de Internet que se dedica a la filtración de documentos secretos. Y que la condena segura de ese juicio iba a ser la pena de muerte. Y que, ante eso, el presidente Rafael Correa, de Ecuador, un país pequeño pero valiente, se ha convertido en defensor de la libertad de expresión y ha dado asilo a Assange. Y que el Gobierno británico va a asaltar cualquier día de estos la embajada ecuatoriana, y por eso todos los países sudamericanos se ponen del lado de Ecuador y alguno de sus dirigentes, como el boliviano Evo Morales, llega a decir que estamos a las puertas de un conflicto mundial.

Bien, pues pongamos las cosas en su sitio. Assange no está reclamado por la justicia de Estados Unidos, sino por la de Suecia. No está acusado por revelación de secretos, sino por violación de dos mujeres suecas.

El presidente Correa tiene conflictos frecuentes con la prensa de su país; no se le puede llamar, en modo alguno, dictador, porque ha ganado las elecciones limpiamente, pero no es un modelo de libertad de expresión.

¿Que es sospechoso que, qué casualidad, a Assange le acusen de violación poco después de filtrar documentos que molestan a Estados Unidos? Sin duda. ¿Que a Washington le gustaría cerrar Wikileaks y dar un escarmiento a Assange? Seguro. Pero, de momento, las cosas son como son y no las saquemos de quicio tan pronto.

En el caso de Julian Assange, como en muchos otros, es importante no perder de vista el origen del asunto. Cualquiera que se enterase ahora mismo del tema, pensaría que Assange se ha refugiado en la Embajada de Ecuador en Londres porque iba a ser entregado por el Reino Unido a Estados Unidos. Que en Estados Unidos le iban a juzgar por ser el fundador de Wikileaks, esa red de Internet que se dedica a la filtración de documentos secretos. Y que la condena segura de ese juicio iba a ser la pena de muerte. Y que, ante eso, el presidente Rafael Correa, de Ecuador, un país pequeño pero valiente, se ha convertido en defensor de la libertad de expresión y ha dado asilo a Assange. Y que el Gobierno británico va a asaltar cualquier día de estos la embajada ecuatoriana, y por eso todos los países sudamericanos se ponen del lado de Ecuador y alguno de sus dirigentes, como el boliviano Evo Morales, llega a decir que estamos a las puertas de un conflicto mundial. Bien, pues pongamos las cosas en su sitio. Assange no está reclamado por la justicia de Estados Unidos, sino por la de Suecia. No está acusado por revelación de secretos, sino por violación de dos mujeres suecas. El presidente Correa tiene conflictos frecuentes con la prensa de su país; no se le puede llamar, en modo alguno, dictador, porque ha ganado las elecciones limpiamente, pero no es un modelo de libertad de expresión. ¿Que es sospechoso que, qué casualidad, a Assange le acusen de violación poco después de filtrar documentos que molestan a Estados Unidos? Sin duda. ¿Que a Washington le gustaría cerrar Wikileaks y dar un escarmiento a Assange? Seguro. Pero, de momento, las cosas son como son y no las saquemos de quicio tan pronto.

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