Economía -

Reportaje

Las cifras que nos dividen: Radiografía de la brecha salarial en Euskadi

Este martes se celebra en Europa el Día por la Igualdad salarial entre hombres y mujeres, un objetivo aún por alcanzar. Reunimos los principales indicadores de esta desigualdad de género en la Comunidad Autónoma Vasca.

La evolución de la brecha salarial es positiva aunque lenta. Gráfico: EITB Media
La evolución de la brecha salarial es positiva aunque lenta.
La evolución de la brecha salarial es positiva aunque lenta. Gráfico: EITB Media

Eider Garaikoetxea O. | EITB Media

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Una mujer debe trabajar 88 días más para ganar lo mismo que un hombre. Así lo demuestran los datos más recientes disponibles sobre brecha salarial en Euskadi (2019, INE, Encuesta de Estructura Salarial) facilitados por el Gobierno Vasco. Las mujeres perciben de media 6331 euros menos al año que sus semejantes masculinos, es decir, cobran un 19,5 % menos. La diferencia apenas ha variado en 10 años (en 2009, era de 6497 euros) aunque en términos porcentuales ha bajado casi cuatro puntos (hace una década ascendía hasta el 23 %).

Esta lenta pero positiva evolución deja en evidencia cuán necesarias son aún las medidas y políticas públicas para la consecución de una sociedad más igualitaria. El Gobierno Vasco tiene listo el Plan Operativo de Acción 2022-2025 para reducir la brecha salarial, que aprobará próximamente.

Algo más optimistas son los datos referentes a la brecha salarial calculada en base a la hora normal de trabajo (es junto al de salario medio anual, el otro indicador de referencia para medir la desigualdad de género). La ganancia media por hora era, en 2019, de 20,5 euros en el caso de los varones, y de 18,5 euros en el caso de las mujeres, es decir, los primeros recibían un 9,5 % más que las segundas. Si comparamos las cantidades con las de 2009, sí se perciben diferencias sustanciales: el porcentaje era casi el doble (18,2 %).

De hecho, el indicador vasco (9,5) está por debajo de la media de la Unión Europea (UE), que se situó en 2019 en el 14,1, y también es inferior a la del Estado español (11,9), más aún comparada con la del Estado francés (16,5). La propia evolución de la brecha salarial en el seno de la UE, aunque ha mejorado, es muy lenta, y en cinco años solo se ha reducido en menos de dos puntos porcentuales (la media era del 15,7 en 2014).

Llama la atención que países tan avanzados como Alemania o Finlandia presenten brechas tan elevadas, del 19 y 16 %, respectivamente. Frente a ellas, países como Italia (4,7), Rumanía (3,3) o Luxemburgo (1,3) lideran la lista de los más igualitarios.

¿Qué factores inciden en la brecha salarial?

La brecha salarial es de carácter estructural y tiene múltiples causas, aunque la discriminación machista y las lógicas del sistema heteropatriacal funcionan como eje en la mayoría de ellas.

De hecho, todos los datos oficiales recogidos en este reportaje obvian esa economía invisibilizada de las labores domésticas y de cuidados. Esos trabajos que, en general, recaen en las mujeres, no están ni reconocidos ni remunerados, por lo que la brecha salarial entre hombres y mujeres se ve más acentuada. Además, constituye la pescadilla que se muerde la cola, ya que muchas mujeres ni siquiera optan al mercado laboral ante la incapacidad de conciliar.

La falta de corresponsabilidad en los cuidados se traduce también en diferencias salariales, ya que muchas mujeres trabajadoras lo hacen de forma parcial o discontinua para poder conciliar.

Además, esta situación no solo se ve reflejada en el salario a percibir, sino que, ya fuera de la jornada laboral, las mujeres destinan más tiempo al cuidado y a los trabajos domésticos y menos a la formación o al ocio activo o al deporte.

Las mujeres, en trabajos más precarios y con más jornadas parciales

También influyen la temporalidad en los contratos y el tipo de jornada. Las mujeres se encuentran con una clara desventaja respecto a los hombres: en 2020, el 26 % de las mujeres contaba con un contrato temporal, frente al 19,2 % de los hombres. Los contratos a tiempo parcial eran mucho más numerosos en el caso de las mujeres: en 2020, el 26,2 % de ellas tenían un contrato de este tipo, mientras que en el caso de los hombres apenas llegaba al 6 %.

La tasa de ocupación de las mujeres en 2020 era 8,5 puntos más baja que la de los hombres (45,7 % frente a 54,42 %), aunque cabe destacar que en los últimos cuatro años se ha reducido en medio punto.

La segregación ocupacional es otra de las causas de esta brecha salarial machista. Esta diferencia comienza a percibirse ya en los estudios cursados por unos y otras. Las mujeres son más numerosas en la universidad: 54 % frente al 45,98 % hombres. Ellos son mayoría (72,3 %) en estudios de ingeniería y arquitectura, mientras que ellas copan las matriculaciones en ciencias de la salud (el 76 %).

En cambio, la formación profesional, tanto de grado medio como superior, está fuertemente masculinizada, con porcentajes que sobrepasan el 60 %.

Ya en el ámbito laboral, esa segregación se traslada en diferencias entre géneros por sectores. 9 de cada 10 mujeres ocupadas trabajan en el sector servicios (en general, peor remunerado), y 8 de cada 10 hombres lo hacen en la industria. Los porcentajes de mujeres presentes en industria y construcción apenas representan el 21 y 11 %, donde los hombres son amplia mayoría.

También son relevantes las diferencias que se aprecian en el sueldo medio percibido según el nivel de responsabilidad y cualificación, aunque estos indicadores han mejorado en los últimos tres años. Resulta chocante comprobar que la brecha salarial se dispara en los sueldos bajos (aparejados a operarios y ocupaciones elementales): los hombres perciben un 40 % más que sus homólogas femeninas. Aunque algo inferior, también es elevada la diferencia de sueldos en empleos medios; mientras los hombres cobran 28 938 euros, ellas reciben casi 8500 euros menos; es decir, la diferencia salarial roza el 30 %. En sueldos altos, ellas siguen percibiendo menos, aunque las distancias se acortan (la brecha se sitúa en el 18,4 %).  No obstante, conviene recordar que hay muchas menos mujeres en puestos de responsabilidad (el efecto del ya conocido techo de cristal).

Por edades, las mayores diferencias salariales se dan en los tramos de edad comprendidos entre 35 y 44 años (7523 euros de diferencia, y una brecha del 22,6 %) y los 45-54 años (ellos cobran 7761 euros más que ellas). Por el contrario, la brecha no llega al 8 % en el caso de las personas menores de 25 años y roza el 15 % entre las de 55 años o más.

No obstante, la evolución ha sido positiva desde 2016 en casi todos los tramos de edad, y destaca especialmente la bajada de 10 puntos registrada entre la población de más edad. En el sentido contrario, un dato preocupante: la diferencia salarial entre hombres y mujeres de entre 25-34 años ha aumentado casi dos puntos desde 2016.

Mención aparte merecen las pensiones, donde la brecha de género se hace muy patente por una menor base de cotización entre el colectivo femenino. Sí se visualiza que cada vez más mujeres perciben pensiones de jubilación gracias a su incorporación al mercado laboral en décadas pasadas, pero los importes percibidos por ellas suponen de media unos 658 euros menos.

Además, el 53 % de las mujeres reciben pensiones de viudedad (de un menor importe) mientras que el 96 % de los hombres cobran una pensión por jubilación.

Queda patente que la brecha salarial no entiende de edades, de estudios o países, solo de género.

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