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Asociación Chernobil

Por una vida mejor

La Asociación Chernóbil lleva 26 años ayudando a aquellos niños y niñas afectados por el accidente nuclear. Ahora, a causa de la pandemia, han tenido que reinventarse.

La escuela de Varivsk, actualmente cerrada debido a la pandemia. Foto: Asociación Chernóbil.
Escuela de Varivsk
La escuela de Varivsk, actualmente cerrada debido a la pandemia. Foto: Asociación Chernóbil.

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Tatyana tiene 15 años, y como otros muchos niños y niñas de Ucrania, cada verano llega a Euskal Herria con el fin de respirar aire puro y mejorar su salud. Cuando viene, le esperan los Villalabeitia Intxaurbe, una familia que la acoge cada verano desde hace 5 años. "Llevábamos tiempo pensando en el tema, hasta que un día decidimos dar el paso y formar parte de esto, con la solida intención de ayudar al prójimo", explica Gurutze Intxaurbe, voluntaria de la Asociación Chernóbil y familia euskaldun de Tatyana. Sin embargo, este año, al igual que el anterior, Tatyana no podrá venir a Euskal Herria a causa de la pandemia provocada por la covid-19

Su pueblo, Varivsk, es pequeño, y apenas hay indicios de vida activa. Está situado a unos 60 kilometros de la central nuclear de Chernóbil, y los niveles de contaminación todavía son peligrosos; la tierra y el agua están envenenadas. Además, los habitantes de la zona sufren una miseria latente, invisibilizada y ocultada por las autoridades ucranianas. "Están dejados de la mano de dios", dice Intxaurbe.

La pandemia no ha hecho más que agravar esa situación. "Antes por lo menos tenían escuela, llegaban ayudas, pero ahora la pandemia les ha quitado lo poco que tenían", explica Intxaurbe. Y es que la escuela, desempeña un papel fundamental en el desarrollo de las niñas y niños, pues supone una vía de escape para salir del entorno en el que se encuentran y buscar un futuro mejor, mediante la educación y el conocimiento. Las escuelas, además, son la única fuente de alimentación que tienen muchos niños y niñas gracias al servicio de comedor.

En el caso de Tatyana, su padre quedó en paro, y encontrar algo que llevarse a la boca se ha convertido en un problema de primera necesidad.  Según Intxaurbe, nunca han llegado a pasar hambre, pero explica que, con la pandemia, su familia ha tenido que enviar comida a Tatyana, algo que nunca antes había sido necesario. El cierre de las escuelas, ha aumentado también la preocupante brecha tecnológica que asola la zona. "No tienen ordenadores ni conexión a internet, y no pueden recibir clases online", recalca la voluntaria.

Sin embargo, dice Intxaurbe, ellos son felices con lo que tienen, ya sea porque no conocen lo que hay fuera o simplemente porque no les preocupa.  El aislamiento es tal, que en Kiev (Ucrania), a escasos  45 kilómetros de Varivsk, muy poca gente conoce la realidad de esas personas, al igual que en el resto del país. Según la voluntaria, la diferencia entre ambos lugares es abismal: "Cuando llegamos a Kiev nos quedamos fascinados con la ciudad, pero en la medida que nos íbamos acercando al pueblo, veíamos que las carreteras estaban cada vez peor; ya no había ni campo, ni animales… todo árboles". Ella lo llama la "burbuja de Chernóbil".

La Asociación Chernóbil lleva 26 años proporcionando ayuda a estas niñas y niños, y, hasta el momento, han realizado más de 4500 acogidas, pero "hacen falta más familias", explica Intxaurbe. Ante la situación generada por la covid-19, las familias han organizado colectas de ropa y alimentos para poder enviárselas a sus hijos e hijas de acogida. Además, mediante transferencias bancarias, envían dinero a los supermercados locales para que estos, mediante la coordinación de los voluntarios locales, envíen alimentos a los y las jóvenes y sus familias.

 

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