Sociedad -
Suicidio
El equipo de bomberos, la última oportunidad para quien intenta suicidarse
Los bomberos de Bizkaia reciben formación para saber actuar, mediante la escucha activa, en situaciones de tentativas de suicidio. Son la última oportunidad para personas que han decidido quitarse la vida.
Mikel Domínguez | EITB Media
Euskaraz irakurri: Suhiltzaileak, bere buruaz beste egin nahi duenaren azken aukera
Gerardo Santacoloma, cabo de los bomberos de la Diputación de Bizkaia, se encarga de preparar a sus compañeros para asistir en el lugar a las personas que intentan suicidarse. Gracias a su formación en Psicología Clínica y su experiencia de tres décadas en los servicios de emergencia, puede dar las herramientas que necesita un profesional del cuerpo de bomberos para que, cuando "se enfrente a ese momento tan difícil, no se bloquee y dé la respuesta más óptima".
Cuando se requiere una salida en situaciones de tentativa de suicidio, en primer lugar, el profesional de rescate debe recabar toda la información posible: la ubicación donde se encuentra la persona a ayudar, pues de eso depende el material de protección a llevar; la edad; el sexo; las posibles motivaciones que lo han llevado allí… Así, mientras acude al rescate, el equipo puede hacerse una idea "sobre cómo tiene que enfocar la intervención" y va preparando "un guion básico que ya está trabajado" con maniobras y formación en el parque.
Una vez en el lugar "todo está abierto", pero, en cualquier caso, lo más importante es la "escucha activa" a la persona que trata de quitarse la vida. "Nos hemos convertido en una sociedad donde la empatía y la escucha activa cada vez brillan más por su ausencia", algo multiplicado, según Gerardo, por la pandemia, que ha dejado "rotos o deteriorados" los círculos cercanos.
Por ello, el bombero trabaja la escucha activa, incluso mediante el lenguaje no verbal. "Ver un rostro tranquilo, sosegado, que no te está juzgando ni con la mirada ni con el gesto; un acercamiento progresivo; pedir permiso y ponerte a escuchar", son las claves que apunta para acercarse a la persona, que se encuentra en una situación límite y ha tomado la decisión de quitarse la vida, y "conectar" con ella.
Gerardo explica que la conducta suicida es "pensada, sopesada, meditada y acumulativa". No suele responder a una sencilla razón, sino que es resultado de un conjunto de comorbilidades. En cambio, el acto en sí es "impulsivo". "La persona se mueve en una situación totalmente emocional", mientras que el profesional acude con un punto de vista "racional". Sin embargo, su labor consiste en meterse en esa emoción del individuo "y actuar de interruptor". "Si logramos bajar ese nivel de activación de esa persona, ahí vamos a tener una oportunidad. Pero no debemos razonar. No hay que confundir cortar esa visceralidad del acto con un razonamiento, porque la persona no está para ello", añade.
No se trata de engañar a la persona que trata de suicidarse para atraerlo a la vida, sino de ofrecerle ayuda genuina. "No vamos a hacer un teatrillo ni fingir nada. Vamos a ayudarte, pero lo que viene detrás, el apoyo social, médico y todo lo demás, también te va a ayudar", asegura Gerardo.
El equipo de bomberos es la última oportunidad para estas personas. Es la última carta cuando "todo lo demás ha fallado". Y todo lo demás está, sin duda, fallando, pues la estadística es alarmante. El suicidio es la primera causa de muerte no natural, y la primera causa en general entre los jóvenes. "Si uno ve la estadística, se le ponen los pelos de punta", dice Gerardo, que, además, explica que detrás de la estadística, hay otras 4500 muertes en el Estado español que no contabilizan como suicidios, a pesar de que "son suicidios de manual, pero como nadie los ha visto o no hay una nota, no se consideran" oficialmente.
Quizás el primer paso para lograr un cambio sea romper con la estigmatización, que castiga doblemente a familiares y supervivientes. Una vez rota esa barrera, cuya responsabilidad también es de los medios de comunicación, podremos hacer ver que el suicidio afecta a adolescentes, jóvenes, adultos y mayores, y concienciar a la sociedad para abordar la asignatura pendiente de la salud mental. El entorno juega un papel primordial, tanto como primer soporte psicológico como en la identificación de las señales de alarma que lanza una persona que está pensando en suicidarse.
Gerardo cree que los jóvenes "no tienen muchas perspectivas de futuro, y eso les abate y les quita ilusión". "En cuanto a las personas mayores, vamos hacia una sociedad envejecida, imbuida en la soledad", realidad que constata en otras actuaciones de los bomberos, como aperturas de domicilios de personas que viven solas y hace tiempo que no son vistas en el vecindario. En esos casos, los bomberos no se quedan "en que hemos abierto y ha llegado Osakidetza", sino que analiza si la persona vive sola o está excluida socialmente, y el caso se deriva a los servicios sociales municipales y forales. "Quizás, así, estemos evitando un suicidio", asegura.
En sus actuaciones, estos profesionales intentan que la persona se dé una oportunidad a sí misma. "La opción del suicidio, sin palabras eufemísticas, o sale mal, porque puedes quedar mal físicamente y psicológicamente, o te quitas de en medio y se acabó todo, y ya no hay oportunidades. Es una realidad que hay que exponer y que no podemos suavizar. Estamos hablando de su vida", asegura Gerardo. Tras haber salvado varias vidas al límite, aboga por una reforma del sistema para la prevención del suicidio, por "más humanidad y contacto social de verdad", del de la vieja escuela, sin olvidar, por supuesto, "poner más psiquiatras y psicólogos, porque la ratio está bastante descompensada".