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Las islas de calor, el efecto climático de las ciudades de hormigón, clave en episodios extremos

Las diferencias de temperaturas entre el asfalto y un entorno verde pueden ser de más de 10 ºC. El diseño de nuestras ciudades se vuelve vital durante episodios de calor extremo.

Diferencias de temperatura en la ciudad.
Diferencias de temperatura en la ciudad.
Diferencias de temperatura en la ciudad.

Mikel Domínguez | EITB Media

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Euskaraz irakurri: Bero uhartea, hormigoizko hirietako efektua, gakoa muturreko tenperaturak daudenean

Episodios de calor extremo como el de esta semana podrían ser más llevaderos si nuestras ciudades fueran más verdes. Plantar árboles en nuestras calles de asfalto puede hacer que baje la temperatura del aire. Es más, un diseño más eficiente de las urbes iría mucho más lejos y frenaría la contribución que hacen actualmente al cambio climático.

Más de la mitad de la población mundial vive en entornos urbanos. La mayoría de nosotros vivimos en ciudades, y cada vez seremos más. Es el entorno donde pasamos la gran parte del tiempo. Su temperatura no es uniforme: en el centro de las ciudades hace más calor que en las afueras, un barrio con edificios altos es más caluroso que una zona residencial con árboles, los parques verdes tienen temperaturas más bajas que su entorno de asfalto y la temperatura de las zonas rurales y agrícolas es más baja que la de las urbes.

Como explica María Ruiz de Gopegui, investigadora del BC3, todo esto se debe a que nuestras ciudades son islas de calor, un efecto microclimático por el cual, "debido a los materiales de construcción, tanto de los edificios como de las aceras y las carreteras, se da un almacenamiento de calor muy superior al de las áreas verdes". El resultado es que la temperatura de los entornos urbanos es muy superior a la que habría, con las mismas condiciones meteorológicas, en una zona del extrarradio o el campo.

Estas diferencias pueden ser desde 1 ºC hasta 10 ºC superiores. Pueden darse, además de un barrio a otro, en una misma calle. Un estudio durante una ola de calor en 2022, demostró cómo variaban las temperaturas en la Gran Vía de Madrid en función del tipo de suelo.

Más zonas verdes para bajar las temperaturas de las ciudades
Más zonas verdes para bajar las temperaturas de las ciudades
Más zonas verdes para bajar las temperaturas de las ciudades

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Como explica Ruiz de Gopegui, el efecto de enfriamiento de los árboles es claro. Por una parte, está la sombra de los árboles, que evita que el sol caliente las superficies, y, por otra, la evapotranspiración de las hojas, por la humedad propia consiguen refrescar el aire.

Lo vivido esta semana, con temperaturas medias de entre 38 y 42 grados en Euskal Herria, no es algo excepcional. Según remarca José Antonio aranda, responsable meteorológico de Euskalmet, esta situación es consecuencia del cambio climático. "Calor ha hecho siempre en verano, y frío también, pero tener estas situaciones es bastante anormal", por lo que "nos tenemos que poner las pilas para que no vaya a más".

Además de la molestia de varios días seguidos con calor extremo, estos episodios tienen consecuencias más dramáticas: el aumento de la mortalidad. Según el Instituto de Salud Carlos III, en España murieron 4798 personas a causa de las altas temperaturas en los meses de primavera y verano de 2022. Queda claro que el aumento de las temperaturas incrementa el riesgo de mortalidad. Por lo tanto, hacer que los lugares en que vivimos sean más verdes y mitiguen las temperaturas también limitaría las consecuencias mortales.

Según un estudio de The Lancet con datos de casi un centenar de ciudades de Europa, aumentar un 30 % la cobertura verde de las ciudades se podría bajar 0,4 ºC de temperatura media en las ciudades, con lo que se evitarían el 40 % de las muertes en olas de calor.

¿Y cómo deberían ser las ciudades?

Teniendo en cuenta las perspectivas de que cada vez suframos más olas de calor, diseñar de otra manera nuestras ciudades es uno de los mayores retos. Según subraya Ruiz de Gopegui, las ciudades deberían ser densas, donde la ciudadanía tiene cerca los servicios básicos. De esta manera, se evitaría la gran cantidad de desplazamientos motorizados. Iríamos a hacer la compra, a hacer deporte, a trabajar o al cine andando, y no usaríamos tanto el coche, uno de los principales focos de calor.

Otro elemento que aumenta el calor en las ciudades es, precisamente, el sistema de aire acondicionado que usamos para refrescar los edificios y viviendas en días de calor. Es la pescadilla que se muerde la cola, porque mientras enfrían el interior, expulsan aire caliente afuera. Si lográramos entornos más verdes y mejor diseñados, donde se favorecieran las corrientes de aire y la sombra natural, no sería necesario este método de enfriamiento artificial del aire.

Finalmente, los materiales que usamos para construir también son importantes. La investigadora del BC3 destaca el uso de materiales de bajo albedo, es decir, que no almacenan calor en la medida de lo posible. Esas construcciones hay que alternarlas con áreas de espacios verdes que permitan enfriar la ciudad y además nos aportan beneficios psicológicos.

Pero, además, el espacio debe diseñarse con "criterios de enfriamiento pasivo o arquitectura bioclimática", que son los que tratan de enfriar el ambiente "sin recurrir a la electricidad". No son más que técnicas recuperadas de la arquitectura tradicional, "sabiduría acumulada a lo largo de los siglos y aplicada a nuestros edificios", según recuerda Ruiz de Gopegui.

El futuro de nuestras ciudades

Todos los nuevos barrios deberían estar diseñados bajo estos criterios para mitigar los efectos de las olas de calor. De momento, a proporción de verde en bastante baja. Vitoria-Gasteiz, por ejemplo, está "algo mejor" que el resto de las ciudades de Euskal Herria, pues lleva trabajando décadas en su idea de ciudad verde. Sin embargo, el efecto isla de calor también se da en algunos de sus barrios.

En Bilbao, en cambio, hay "mucho margen de mejora". Aunque la capital bizkaína no tiene espacio para expandirse horizontalmente, la investigadora del BC3 explica que "ha habido opciones de hacerlo bien", como en peatonalizaciones de calles existentes, y "no se han aprovechado". Ruiz de Gopegui opina no se han priorizado las áreas verdes, que son más difíciles de mantener, y pone de ejemplo Deusto, donde hay en marcha un plan para talar más de 120 olmos centenarios para sustituirlos por ejemplares jóvenes. El Ayuntamiento argumenta razones de salud de estos árboles, aunque "no se ha puesto en conocimiento de la población el estudio técnico que lo avale". La investigadora llama a no perder las oportunidades que tenemos para hacer de nuestras ciudades más verdes, respirables y, frente a estas temperaturas extremas, algo más frescas.

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