Sociedad -

Ludopatía

"Robaba dinero en casa y doy gracias a que no pedí un crédito para apostar"

El bilbaíno Unai Garma cuenta, en primera persona, cómo es ser ludópata en una sociedad en la que las apuestas deportivas están a un solo clic.

Unai Garma. Foto de archivo personal
Unai Garma
Unai Garma. Foto de archivo personal

Berezi Fernandez | EITB Media

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Euskaraz irakurri: "Etxean dirua lapurtu bai, baina, zorionez apustuetarako krediturik ez nuen eskatu"

Su vivencia podría ser la de cualquier otro joven de su generación: empezó apostando con amigos por su equipo de fútbol, el Athletic. Unai Garma tiene 24 años y es ludópata. Empezó su proceso de rehabilitación hace más de cuatro años, el mismo tiempo que lleva sin apostar.

Ahora es profesor y voluntario en Ekintza Aluviz, donde cuenta a quien necesite escucharlo cómo, lo que empezó siendo un simple juego con amigos, terminó generándole deudas y mucho sufrimiento con tan solo 18 años.

¿A qué edad empezaste a relacionarte con el mundo del juego? ¿A qué jugabas? ¿Qué sensaciones te provocaba al principio?

En casa, siempre he echado la quiniela con mi padre desde muy pequeño. Esa fue mi primera toma de contacto con el juego. Después, ya por mi cuenta, con 16 o 17 años, empecé con las apuestas deportivas. Al principio estábamos en clase con los amigos, apostábamos cuando jugaba el Athletic y combinabas otros ocho partidos. Empiezas con un euro, lo típico. Nos colábamos en algún salón de juego o bares con máquina de apuestas, entrábamos y hacíamos la apuesta para el fin de semana.

"Al principio te genera esa adrenalina de ganar y de pensar que tú controlas"

Al principio, te genera esa adrenalina de ganar y de pensar que tú controlas. Era adrenalina, la ilusión de ver un partido sabiendo que has apostado. Quedábamos en grupo y "echábamos" para el fin de semana, cinco o seis amigos, y luego veíamos el partido cada uno con la apuesta que había hecho.

¿En qué momento empezaste a notar que estaba convirtiéndose en una necesidad? ¿De dónde sacabas el dinero para jugar?

Poco a poco me fui metiendo en el mundillo, antes de cumplir los 18, en vez de ir solo el fin de semana empecé a ir entre semana. Cuando cumples 18 estás dentro de la ley y puedes acceder a cualquier sitio sin hacer trampas, es todo más fácil. Seguía quedando con amigos y apostando. Además, yo jugaba al fútbol. En el deporte se habla mucho del mundo de las apuestas, se tenía que hablar de eso, si no eras un raro.

Poco a poco, en vez de ir con amigos empecé a ir solo, y en vez de echar cada semana, tenía que ir todos los días. Al principio apuestas a fútbol, baloncesto o tenis. Luego ya empecé a pimpón o bádminton y terminé "echando" a partidos de Tailandia, a equipos y deportes que ni conocía. Empiezas a estar más solo, dejé de quedar con amigos para irme yo solo por la tarde a cualquier salón de juego o casa de apuestas. Vivía la tarde con emoción, con los altibajos del perder y del ganar. Luego me arrepentía, porque casi siempre pierdes. Pero, al final, vas dejando amistades a un lado y todo va en cadena, dejas todo tu entorno de lado. Tu vida es solo el juego, no piensas en la universidad ni en los amigos. No piensas en nada más.

Empecé a tener deudas, al principio apostaba con el dinero que me daban mi padre y mi madre. En vez de ir a cenar, por ejemplo, cogía ese dinero y lo guardaba para apostar. Luego empecé a deber, pedía dinero a un amigo que tenía una cuenta online y empecé a deber dinero a ese amigo. También robaba dinero en casa. Doy gracias a que nunca llegué a dar el paso de pedir un microcrédito o ningún tipo de crédito a ningún banco, pero podría haberlo hecho.

¿Cuándo se lo contaste a tu entorno? ¿Cómo valoras la reacción que tuvieron?

Me gasté todo el dinero de la tarjeta, fue un verano. Mi padre me solía mirar la cuenta porque tenía 18 años. Ese verano, mi padre se dio cuenta de que había hecho un movimiento raro en la cuenta y me pidió explicaciones. Se lo conté y me dijo que no lo volviera a hacer, el tema se quedó ahí.

"Dedicaba las 24 horas del día al juego, porque no es solo apostar, estás todo el día pensando en el juego y muchas veces ni duermes"

Ese verano dejé de apostar, pero en septiembre volví. Mi padre se dio cuenta y se lo contó a mi madre. Buscamos una psicóloga para empezar a rehabilitarme, pero yo seguí a lo mío, no llegué a conectar con la psicóloga y los siguientes tres meses seguí apostando, robando dinero y debiendo cada vez más. Dedicaba las 24 horas del día al juego, porque no es solo apostar, estás todo el día pensando en el juego y muchas veces ni duermes. En esos meses me seguí auto engañando y seguí engañando a los de casa.

En casa, teníamos una hucha en la que poníamos dinero desde septiembre para irnos los cuatro de vacaciones en verano. Un fin de semana, mis padres volvieron antes de lo previsto a casa, mi madre miró en la hucha y vio que no había casi dinero. Ahí fue cuando saltó todo y fue cuando mi madre empezó a buscar otras vías. Encontramos Ekintza Aluviz, en Barakaldo, que es una asociación para rehabilitarse. Empecé a ir a la asociación y a una psicóloga especialista.

En cuanto a la reacción de mi entorno, yo sabía cómo iban a reaccionar mi madre y mi padre, porque les conozco e intuía su reacción. Aún así, me sorprendió porque me apoyaron más de lo que pensaba, tenía miedo al rechazo y tuve la suerte de que en ese momento supieron actuar bien, me apoyaron y buscaron soluciones. Me dieron esa segunda oportunidad que a veces no se da, yo tuve la suerte de tenerla y entrar en la asociación. Al principio no encontré mi sitio y pensé que eso no era para mí, pero mi madre me lo dijo así de claro: "Unai, o vas a la asociación o te echamos de casa". Accedí a ir, coincidiendo la primera terapia grupal con mi veinte cumpleaños, y me acuerdo mucho de ese día porque para mí es el día en el que cambié. Recibí felicitaciones de mucha gente que había apartado de mi vida, los últimos meses me había dedicado solo a jugar. Recibí esas felicitaciones inesperadas y noté el apoyo de mucha gente que yo mismo había decidido alejar de mi vida.

Además, en esa primera terapia grupal conocí a gente y situaciones complicadas. Era gente de 40 o 50 años, divorciados, que no veían a sus hijos o que habían perdido sus casas. Vi esa situación y me di cuenta de lo que había. En aquel momento pensé que estaba siendo el peor cumpleaños de mi vida, pero hoy por hoy sé que siempre será el mejor, porque me di cuenta de dónde estaba metiéndome y ese fue en el momento en el que reaccioné. Hoy en día soy voluntario en Ekintza Aluviz y es algo que me gusta.

¿Hasta qué punto influye el fácil acceso al juego mediante los dispositivos móviles en el aumento de los casos de ludopatía en personas jóvenes?

Es mucho más fácil acceder al juego con un simple clic. Muchas veces, cuando tienes que ir a un sitio físico puede echarte atrás el que te vean y piensen que eres un ludópata. Pero, hoy en día, desde el sofá, desde la cama, en el trabajo, estudiando… puedes acceder con un clic, incluso siendo menor. Yo me hice cuentas siendo menor, con introducir el DNI de una persona adulta era suficiente. Hay mucha facilidad porque no hay ningún control.

¿Crees que entendemos la ludopatía como el problema que es? ¿Naturalizamos ciertas conductas? En una tertulia del programa "Más Que Palabras" de Radio Euskadi, Jon Antón (presidente de Ekintza Aluviz) hablaba sobre lo socializado que está el juego. ¿Detectas esto en tu entorno?

Poco a poco se va concienciando más. Pero todavía en la sociedad se nos ve como a bichos raros, muchos piensan que no es ni una enfermedad ni una adicción, sino, simplemente, un vicio. Esas reacciones hacen que al ludópata le baje la autoestima —cosa que casi no tienen porque son gente que viene destrozada—, y si encima la sociedad los aparta y los descarta es más duro, más complicado. En este sentido, tener una red de apoyo es muy importante.

"Soy profesor y veo que en los centros se venden rifas para recolectar dinero; eso, es juego"

En cuanto a cómo percibe la gente el juego, se puede decir que está muy normalizado y aquí, en Euskadi, más. Siempre hemos sido de apostar, es nuestra cultura y está muy normalizado en todos los ámbitos.

Por ejemplo: las rifas son un juego de azar. Soy profesor y veo que en los centros se venden rifas para recolectar dinero; eso, es juego. Es algo que yo veo y que también se lo escuché decir en esa entrevista a Jon Antón. Te viene un niño o una niña con un sorteo y no pones ningún problema, pero si te aparece con alcohol o cualquier otra droga te llevas las manos a la cabeza. También sé que en algunas escuelas se aprenden los números jugando al bingo. Es una buena forma de aprender, pero, al final, estás normalizando el juego desde muy pequeños. Entiendo que es una buena forma para memorizar, pero yo no lo haría nunca porque sé el peligro que tiene normalizar el juego.

Teniendo en cuenta que estamos hablando de un negocio que mueve grandes cantidades de dinero —850,78 millones de euros, según el informe anual de mercado de juego online estatal de 2020—, ¿crees que hay forma de regular la publicidad y el acceso al juego? ¿Qué medidas crees que serían necesarias o que ayudarían para que no sea tan sencillo que cualquier persona pueda acceder a este mundo?

Nosotros, como asociación, siempre decimos que el juego no se tiene que prohibir. El juego es parte de la sociedad, al igual que el alcohol. Se sabe que hay alcohólicos y no se prohíbe el consumo. Lo que hay que hacer es regularlo.

Hace poco han sacado la ley de la publicidad y la comunicación —Ley 13/2011, con la que se limita la publicidad y las comunicaciones de las empresas de apuestas—. Creo que tienen un año para finalizar los contratos y buscar otros medios de financiación. Todavía están dentro de este margen y quiero ver si, una vez cumplido el plazo, se cumple lo que dicta la ley. Me parece un paso importante.

"El problema es que aquí no hay ningún tipo de control de acceso"

Otro asunto importante es el control de acceso. Sé que en otras comunidades autónomas tienen control de acceso, aquí los únicos que lo tienen son los casinos y los bingos. Nosotros, desde la asociación, decimos a los ludópatas que se hagan las autoprohibiciones: te autoprohíbes entrar a salas de juego donde haya control de acceso y también acceder de forma online. El problema es que aquí no hay ningún tipo de control de acceso, sería tan fácil como poner unas canceladoras y llevar un control de quien entra, o tener que registrarse como hacen en bingos y casinos. Esto se debería hacer en Euskadi porque, de aplicarse, la persona que sea menor o esté autoprohibida no podrá acceder al juego.

¿Crees que, desde las instituciones, se está responsabilizando a los usuarios y usuarias con mensajes como "juega con responsabilidad" en vez de tomar medidas efectivas?

Estas empresas tienen tanto dinero y hay tanto poder económico en este mundo que se pueden permitir limpiarse las manos. Hacen promociones de juego responsable y actúan como que todo va bien. Es tan fácil como restringir la publicidad mediante leyes efectivas y controlar el acceso para que no sea tan sencillo.

Por otro lado, me parece muy importante la labor de prevención en los colegios. Hoy en día, no hay nada hecho en este ámbito. Desde la asociación sí solemos dar charlas de vez en cuando, pero no hay ningún plan de prevención para los jóvenes, que creo que es donde habría que empezar a trabajar. Pero está claro que a muchos no les interesa.

¿Hay algún consejo que quieras dar a personas que crean estar teniendo un problema de ludopatía o a sus entornos?

Me gustaría animar a la gente a dar el paso para pedir ayuda. Mucha gente de la que viene a la asociación es porque les han pillado y vienen obligados, pero sí es verdad que cada vez veo más jóvenes que se ven en apuros y piden ayuda.

Querría decir que si tanto una persona que juega como su entorno ven cosas raras —como mentiras, deudas o que se está cogiendo dinero de donde no se debe—, pidan ayuda, porque va a ser la mejor decisión que van a tomar en su vida. No es fácil salir, el camino es difícil, pero hay ejemplos de gente que lleva muchos años sin jugar. Yo mismo llevo ya más de cuatro años sin jugar y se vive muy tranquilo. Sin juego se puede vivir y se vive muy bien.

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