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Entrevista

Costumero: "Mi hija aguanta, hasta que la justicia diga que ya ha sufrido bastante"

Comienza en la Audiencia de Bizkaia el juicio contra cuatro cargos de la Diputación por quitar la custodia a una madre alegando el falso síndrome SAP. Hemos hablado con ella en vísperas del proceso.

Irune Costumero. Foto: EFE
Irune Costumero.
Irune Costumero. Foto: EFE

Eider Garaikoetxea O. | EITB MEDIA

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Euskaraz irakurri: Costumero: "Alaba eusten ari da, epaile batek nahikoa sufritu duela erabaki arte"

La madre vizcaína Irune Costumero tiene juicio hoy en la Audiencia Provincial de Bizkaia contra tres altos cargos de la Diputación Foral, entre ellos el ahora diputado de Acción Social, Sergio Murillo, y una trabajadora social, acusados de un delito de prevaricación administrativa, un delito de maltrato y dos delitos de lesiones psíquicas (a la madre y a la hija) por aplicar el falso Síndrome de Alienación Parental (en adelante, SAP) para retirarle la custodia. La acusación solicita un total de cinco años y seis meses de prisión y 15 años de inhabilitación especial para cargo público.

Quedamos con ella temprano, ya que tiene la jornada repleta de entrevistas. Dice sentirse "nerviosa, también cansada, pero a la vez con muchas fuerzas y ganas" en vísperas del juicio. Son ya cuatro años desde que denunciara el caso ante la Audiencia Provincial de Bizkaia, pero han transcurrido siete desde que empezó su pesadilla. Confiesa que en todo este tiempo se ha sentido "muy sola, y lo digo con todo el pesar –añade– "No he tenido apoyo en Euskadi. Además de ser un tema muy desconocido, la Diputación es un ente con mucho poder. Al principio, toqué varias puertas en busca de ayuda y la única respuesta que recibí fue: ‘Madre mía, pero ¿qué has hecho? ¿Cómo se te ocurre denunciar a la Diputación? Yo siempre respondía lo mismo: 'A mí me han quitado todo, lo he perdido todo, no tengo nada que perder'".

Dice que hay cientos de casos como el suyo, pero que nadie denuncia a la Diputación. Habla sin tapujos, crudamente, citando de cabeza los artículos del Código Civil, y sin olvidar ni un segundo que en el centro de este vórtice judicial y emocional está una menor, su hija de nueve años. Le preguntamos por ella, por la niña que ve dos veces por semana y cada dos fines de semana. "Está mal, aunque a la gente no se lo parezca porque tiene la cabeza pegada al cuerpo, pero el informe del forense dice que padece daño psíquico. Está aguantando, porque no le queda más remedio. Cuando está conmigo aprovecha, está muy bien y carga pilas porque ve que hay amor de verdad. Cuando está con el padre, aguanta. Hasta que la Justicia diga: ‘Creemos que ya has sufrido demasiado, es hora de que seas feliz, de que estés con amatxo’. De momento, ese día no ha llegado", nos cuenta.

Retrocedamos en el tiempo. ¿Cuándo empezó todo? ¿Qué ha pasado todos estos años para llevar a una madre vizcaína a denunciar a la Diputación Foral de Bizkaia?

La hija de Irune Costumero nació en 2012; al año, la madre presentó denuncia contra el padre por violencia machista, pero fue archivada por los juzgados. La niña tenía poco más de un año cuando se separaron, aunque no formalizaron los papeles del divorcio. "Mi hija tiene ahora nueve años. Desgraciadamente no ha tenido una buena vida desde pequeña. Cuando tenía 22 meses, el padre y su familia se la llevaron y estuve dos meses sin saber nada de ella, si estaba bien o si estaba viva. No había medidas previas, por lo que en los juzgados aquello no constó como rapto: he ahí otra rendija en la ley… Como era el padre, y sigue siéndolo, podía hacer lo que quisiera. Ahí empezó la pesadilla. Lo denuncié, pero una jueza misógina estableció la custodia compartida, de una semana para cada uno". 

Desde aquel momento, "y a petición del padre", los intercambios se realizaron a través del Punto de Encuentro Familiar de la Diputación Foral de Bizkaia (dependiente del ente foral pero adjudicado a una empresa, que es la que los gestiona). Se trata de lugar supervisado por trabajadoras sociales y terapeutas para realizar las visitas o encuentros entre menores y sus progenitores. Se suele aplicar en casos de violencia machista, acogimientos o separaciones no-amistosas, entre otras.

Costumero pronto notó que su hija no estaba bien: "Cada vez que tenía que ir con su padre me la tenían que quitar de los brazos porque no quería ir. Ahí empezó otra de las pesadillas, porque las trabajadoras sociales y psicólogas comenzaron a escribir en los informes cosas como 'intromisión de la madre', 'conflicto entre progenitores'… y ¿todo eso qué es? Pues Síndrome de Alienación Parental (SAP) pero con eufemismos".

¿Qué es el SAP?

El término Síndrome de Alienación Parental (SAP) fue acuñado por el psiquiatra estadounidense Richard Gardner en 1985. Según él, se daba en procesos de separación, cuando uno de los progenitores –en más de un 90 % madres– alienaba o manipulaba al hijo o hija contra el otro –la inmensa mayoría padres–. Así, proponía dar la custodia total al padre y cortar toda comunicación con la madre. Además, madre e hijos debían seguir lo que él denominó una "terapia de la amenaza" para "curar" a ambos.

Gadner lo llamó síndrome, pero nunca ha sido reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y tampoco ha sido incluida en los principales manuales internacionales de clasificación de enfermedades (CIE o DSM, el europeo y americano, respectivamente). En el Estado español, el Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial pidió en diciembre de 2004 no aplicar este falso síndrome. En 2010 fue rechazado por la Asociación Española de Neuropsiquiatría.  La ley de la infancia aprobada recientemente en el Congreso rechaza expresamente el SAP en procesos judiciales.

No obstante, a pesar de no contar con el aval científico, ha sido ampliamente aplicado en sentencias judiciales, tal como reconoce el propio Poder Judicial. Es el caso de Irune Costumero: "Cuando me quitaron a mi hija adujeron Síndrome de Alienación Marental, y así lo registraron en los informes. Siempre me dicen que esas tres palabras valen oro, porque normalmente no se cita así". 

Esta madre vizcaína lo describe así: "El SAP es un constructo legal que perpetúa los malos tratos y abusos sexuales a mujeres y niños".

Un día, la hija de Costumero contó a su madre que su padre le había pegado y le enseñó los moratones que tenía en la pierna, lo hizo en el Punto de Encuentro, delante del personal. Tenía tres años. "Fuimos directas al Hospital de Cruces. Mi hija contó lo que le había sucedido a la pediatra de guardia, y esta abrió el protocolo por malos tratos—en total, Osakidetza ha iniciado dicho protocolo en tres ocasiones— y llamó al forense de guardia. Tras esperar horas, la chiquilla le contó lo mismo al forense, y este le dio credibilidad y llamó al juez de guardia. Sin embargo, este dijo:'Las lesiones no son tan graves, que se vaya con el padre'. Tuve que llamarle, porque el Punto de Encuentro estaba ya cerrado y pedirle que viniera al hospital. Cuando mi hija le vio se me abrazó como un koala; el padre tiró de ella hasta que la soltó. Imagínate que panorama vio la pediatra que me dijo: 'Lucha por tu hija'".

Como era menor de edad, se estableció la prueba preconstituida que evita la revictimización de la menor y por la cual esta solo declara una vez ante los juzgados. "Se aplicó sí, pero para cuando llegó al juzgado era la cuarta vez que mi hija declaraba, y eso es tremendo. Cuando compareció mi hija habló muy claro, y eso que solo tenía tres años: 'Aita me pega, aita me hace esto y esto otro, aita dice cosas malas de ama. Yo no quiero vivir con él, yo quiero estar con amatxo". El abogado del padre instó una y otra vez al juez para que se le preguntara a la niña si alguien le había dicho algo, y la psicóloga se lo preguntó. Ella contestó que había hablado con la médica y conmigo. En ese momento, el juez dijo que ya habíamos escuchado bastante y paró la grabación. Al cabo de una semana, el padre tuvo un juicio y la jueza le hizo unas preguntas muy simples: ‘¿Has pegado alguna vez a tu hija?  ¿Aquel día pegaste a tu hija? ¿Tienes buena relación con tu exmujer? ¿La niña es muy fantasiosa?’ El juez cerró el caso en un día, algo que es rarísimo porque se suele tardar como mínimo un mes, y le dijo a mi abogado: ‘No voy a hacer caso a una niña’".

"La pared está en los tribunales"

En palabras de Costumero, "Osakidetza funciona muy bien. Ha abierto el protocolo de malos tratos en tres ocasiones y el forense acude cuando se le llama. La pared está en los tribunales. Falta visión de género en los juzgados, porque las leyes están ahí. Lo que hay que hacer es no dejar rendijas por las que se puedan colar las teorías de esos jueces misóginos. Cuando una niña se atreve a contar lo que está sufriendo, y tú también te atreves a ponerlo sobre la mesa, todo el patriarcado se te echa encima. Todo el rato es culpa de la madre, que mete falsos recuerdos en la cabeza de sus hijas o hijos… la palabra de los niños no vale nada".

"La gente todavía piensa que los juzgados funcionan en favor de las madres y mujeres, pero ocurre todo lo contrario. Estos niños son muy valientes, y lo denuncian una y otra vez. Existe una cruel e inmensa revictimización. Los informes psiquiátricos y psicológicos lo registran, pero luego llega el golpe del patriarcado y te dice: 'No, eso no es verdad, tú como madre y por tus vivencias no soportas que tu expareja sea feliz y le quieres arruinar la vida y por eso manipulas a tu hija con vivencias falsas, con ideas contrarias al padre'. Y ante eso, mi pregunta es: ¿De verdad creéis que una madre puede ejercer tal poder en su hija hasta el punto de que se mee, se cague o vomite? Es imposible, porque una cosa son las palabras y otra muy distinta generar reacciones en el cuerpo. Detrás de eso hay un pánico terrible, una somatización, existe una sintomatología que el cuerpo no puede aguantar, y al final, esos niños se mean encima o se cagan…"

Viendo el estado de su hija, Costumero no la llevó en varias ocasiones al Punto de Encuentro cuando tocaba entregársela al padre y este la denunció por incumpliendo de la custodia compartida –posteriormente, la Audiencia Provincial de Bizkaia ha dado la razón a la madre y dictó auto de no desobediencia, obligando al padre al pago de las costas–.

Entretanto, el juzgado derivó el caso a los Servicios Sociales de la Diputación Foral, para que estos hicieran una valoración.

La Diputación Foral entra en el caso

En casos en los que se tiene sospecha de que un menor pueda estar en situación de desamparo y con objetivo de proteger al mismo, el Gobierno Vasco cuenta con un instrumento llamado Balora, que es de obligado cumplimiento. Balora establece una serie de criterios para que el personal de servicios sociales valore la gravedad del caso y tome medidas al respecto. Costumero se muestra muy crítica con esta herramienta: "Dentro del apartado de malos tratos psíquicos existe un ítem llamado 'instrumentalización' y se basan en ello para realizar los 'arrancamientos'. El Síndrome de Alienación Parental está dentro de Balora y sí es así está claro que no están protegiendo al menor. Ahí está la trampa".

Tras la aplicación de Balora, llegó el  día que resultó fatídico en la vida de Costumero: el 4 de agosto de 2017. La Diputación Foral actuó, y dictó una orden foral, al entender que la menor se encontraba en situación de desprotección y asumió su tutela, que luego cedió al padre, estableciendo un régimen de visitas para la madre.

"Vinieron 10 personas, entre ellas ertzainas uniformados, a quitarme a mi hija"

La madre vizcaína cuenta cómo vivió aquel día: "Aquel 4 de agosto, sin previo aviso, recibí una llamada telefónica pidiéndome que acudiera al Servicio de Infancia de la Diputación Foral de Bizkaia; no me aclararon para qué era. Pedí a mi madre que me acompañara, para que la niña no se quedara sola en el caso de que tuviera que ausentarme. Allí fuimos las tres y estuvimos esperando horas hasta que no quedó nadie, y cuando no había testigos, entraron más de 10 personas, entre ellas ertzainas uniformados. Imagínate lo que puede ser para una niña de cinco años estar rodeada de ertzainas con pistolas y todo. Mi madre les decía "por favor, ayúdenos", pero no hicieron nada. La niña se puso muy mal. La trabajadora social, que está imputada, levantó del suelo a la niña y se la llevó. No les importaron los gritos, los lloros y las palabras de mi hija ('¡soltadme, soltadme! con aita no, aita me pega') y la llevaron con su padre".

La fecha elegida no fue al azar, según Costumero. "Agosto es inhábil jurídicamente, estás desprotegida. La Diputación Foral siempre hace los "arrancamientos" en agosto, se vale de eso", critica. Ya en septiembre, presentó denuncia ante la Audiencia Provincial de Bizkaia contra la Diputación. Según argumenta, "si la Diputación estimaba que yo no estaba cuidando bien a mi hija, y creía que estaba desprotegida, debería haber avisado a la jueza, porque jerárquicamente, en la pirámide, es la que tiene el poder. Pero en mi caso, la Diputación pasó por encima e hizo ella de juez: me quitó la hija", sostiene.

Según esta madre vizcaína, la Fiscalía de Bizkaia aseguró en un informe fechado el 7 de septiembre que la Diputación no tenía competencias para cambiar el régimen de custodia.  "Pues mira cómo son las cosas, ese informe estuvo perdido. Lo descubrimos un año después", denuncia.

Cuatro años a la espera de juicio

Aquella denuncia por lo penal hizo su camino en la Audiencia Provincial de Bizkaia: "La Audiencia ha dictado tres autos de imputación: el primero, en 2017; el segundo, en 2018 y el tercero, en 2019. La Diputación ha tratado de parar todo esto, pero afortunadamente tenemos a la Audiencia, y digo afortunadamente porque está muy concienciada en contra del SAP. El último auto es muy duro, contra la Diputación, contra las resoluciones anteriores y contra el padre. Sin embargo, han pasado cuatro años. Cuatro años en la vida de mi hija son media vida".

Desde que se abriera la vía penal, la vía civil está paralizada. "Las causas penales van más rápido, menos en mi caso. El primer auto de imputación fue en 2017 y estamos en 2021. La estrategia de la Diputación ha sido presentar un informe interminable en vísperas al juicio, que se ha tenido que atrasar porque no podíamos analizarlo en un solo día. Es como un círculo vicioso del que no puedes salir", lamenta. 

"Para intentar salir de ese atolladero, apelamos al artículo 158 del Código Civil para pedir medidas cautelarísimas. Normalmente se suele celebrar un juicio al mes, pero en mi caso han sido un año y dos meses. Nos quedamos sorprendidas con la resolución. La jueza tuvo sobre la mesa el escrito de la relatora especial de la ONU sobre la Violencia contra las Mujeres en el que pedía explicaciones al Gobierno español sobre mi caso—se puede leer aquí— y el terrible informe del forense (en el que se constata que mi hija tiene un absoluto rechazo hacia su padre pese a que lleva conviviendo con él cuatro años) y aun así, dio la custodia total al padre, provisional, pero total, y solo amplia un poco mis visitas. He de decir que la jueza no dice nada malo sobre mí en el auto, pero no se ha atrevido a ir más allá".  

Con estos mimbres llega Costumero al juicio. "Espero justicia. Las penas que se piden no van a compensar el sufrimiento de mi hija, ni mucho menos. Pero con esta imputación he logrado callar muchas bocas. Espero justicia, pero sobre todo lo que espero es poder estar con mi hija, y que vuelva a casa de una vez por todas", concluye.  

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